Melodías para soñar - Carolina en Cosas. Enero 2013






Carolina Aráoz - Melodías para soñar

Por: Stefano De Marzo. Fotos de Deborah Valença.




Dueña de una energía ilimitada, Carolina nos propone redescubrir al músico que todos llevamos dentro. A la cabeza de Jazz Jaus, busca que la educación musical juegue un papel central en el desarrollo de las personas. Un vistazo a la historia de una chica que decidió dejarlo todo por la música.


En una misma pared conviven Ella Fitzgerald, Louis Armstrong y John Lennon. Enmarcados, hacen música silenciosa que acompaña el trabajo de Carolina al mando de Jazz Jaus. Su oficina es sencilla, luminosa y de techos altos. Desde este pequeño espacio, pienso, se gestan grandes proyectos musicales de resonancia social.
La escuela que propone que nunca es tarde para redescubrir la música se ubica en una bella casona color violeta de la calle Berlín, en Miraflores. Antes, el lugar fue un backpacker y estaba casi en escombros cuando la encontraron. “Si amas la música, tienes que tenerla como parte de tu vida”, señala Carolina. “Gianfranco Brero ha sido mi alumno desde el año pasado. Han pasado seis meses y ya toca el saxofón”, añade emocionada.
Cuando una idea invade su mente, sonríe y decide llevarla a cabo. “Constantemente sueño, siempre estoy teniendo visiones”, asegura. “Pero no creo ser una soñadora total, porque también ejecuto, trabajo un montón para alcanzar mis sueños”.
La idea de usar la música como una herramienta de desarrollo personal y social fue tomando forma con el paso del tiempo. Todo comenzó con una búsqueda personal. “La música siempre hizo que me elevara”, recuerda Carolina. Sin embargo, las oportunidades para involucrarse con ella no abundaban. Por un lado, acompañaba a sus padres a conciertos de música clásica. “Me parecía fascinante cómo el director de orquesta movía las manos, cómo movía las energías del aire”. Por otro, grababa casetes con toda la música lenta que encontraba en la radio. Carolina cree que la música que a uno le gusta sirve de compensación anímica para la vida. “A mí me gustan muchísimo las baladas que son como opuestas a mí, porque yo soy más activa”, señala.

Sus amigas le decían que era una “lorna” porque durante todos los almuerzos se iba a cantar al coro. “En teoría, en el coro del colegio no había chiquitas de quinto de primaria, pero yo fui y me paré en la puerta de la oficina del profesor, y estuve como un dedo hasta que me aceptó y así fui la única de mi grado que estuvo en el coro”, comenta Carolina. Por aquella época también descubrió el jazz. El director del programa de música del colegio Villa María había estudiado este género en la universidad y le abrió un mundo lleno de músicos virtuosos.


23 de enero de 2013


“El jazz es como el sushi, es la inspiración para formar, es una música que la vas escuchando y la vas entendiendo”, refiere Carolina. Su saxofonista favorito de todos los tiempos es Dexter Gordon. Simplemente, le fascina cómo toca. –Creo que el saxofón es uno de los instrumentos más sensuales que existen, no solo por su sonido, sino también por sus formas –le digo. –Es muy sensual, pero creo que la sensualidad es algo abstracto –inclina la cabeza y entorna los ojos–. En general, ¿es un cliché, no? Tocar el saxo en un puente de Nueva York… –¿Puedo ver tu saxofón? –le pregunto. –Sí, claro. Este de acá es de 1960, solo que está laqueado. De hecho, mientras más antiguo sea el saxofón, mejor –dice, mientras saca el instrumento de su estuche y me lo muestra–. Este es de una serie de saxofones que se llama Mark VI, que tienen partes de metal de aleación hecha con las campanas derruidas en las guerras mundiales. Es locazo, por eso tiene una vibración especial. Lo compré cuando vivía en Estados Unidos.

Periplo estadounidense
Luego de seguir durante cuatro años y medio la carrera de psicología en la Universidad Católica, decidió abandonarla y ponerse a estudiar el saxofón. Desde cero. Nunca había tocado ningún instrumento musical, salvo un poco de guitarra cuando era niña. Estudió durante un año composición y teoría musical antes de irse a Estados Unidos. En Texas, estudio jazz durante dos años en la universidad y su roommate fue Pamela Rodríguez. “Pensé que sería más fácil de lo que en verdad fue. Por eso hoy respeto mucho al músico: tocar bien un instrumento es bastante difícil”, afirma Carolina. Emocionada, un día fue donde su profesor a contarle que había tocado durante una hora entera sin parar. Él volteó, la miró y le dijo: “Eso es solo el calentamiento”. En los practice rooms de la universidad, los alumnos ensayaban durante quince horas seguidas. “Empecé a ir para sentir la presión”, cuenta.
Más tarde, pasaría tres años en Nueva York. Cuando no tenía dónde practicar, tocaba en el Central Park. “Alguna vez me tiraron una moneda de 25 centavos en mi estuche”, recuerda. “En Nueva York estuve muy sola y trabajaba muchísimo”.



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